Los desposeídos


Hoy me siento compasivo. Magnánimo. Normalmente no lo soy. Normalmente me encierro en mis estructuras para lamer mis heridas y autocompadecerme. Es un hábito horrible ese de la autoconmiseración. A veces me digo ¡basta ya! Y trato de salir de mí mismo para ofrecerme alguna salida más digna, pero por lo general retorno al punto de partida: Qué suerte la de ser normal y qué miserable no serlo. Para mala fortuna, más son los momentos en los que me aplico la sentencia y lamento mi condición. La consecuencia patente de esto es vivir siempre acosado por pensamientos opresivos, muy lejos de un deseado estado de sosiego y paz. Y más miserable me siento cuando cedo a la mala tentación de hacer comparaciones con los demás. Repito: Qué suerte la de ser normal y qué miserable no serlo. ¿Envidia? No. No es ese el punto: después de todo, detesto a la mayoría de gente normal que, por algún tipo de ecuación invisible, también es superficial, fatua y vacía. No todos, lo sé. Pero una buena parte de ellos. No siento envidia, pero sí lamento no haber llegado a este mundo con un pedacito más de normalidad, una medida más de instinto gregario, un punto adicional de sociabilidad que me permitiera —al menos— cumplir con lo básico entre tanta exigencia. 

Hoy me siento solidario con los demás esquizoides. Pero también me solidarizo con los fóbicos sociales, con los evitativos, con los Asperger, con los autistas. Y extiendo mis brazos: me uno a los esquizofrénicos, a los paranoicos, a los viejos que viven alojados en una casa de reposo, a los viejos que viven en las calles, a los no necesariamente viejos que también son homeless. Hoy levanto, tímidamente, una bandera de reivindicación por los pobres, por los que no tienen nada, por los que lo perdieron todo, por los que padecen. Hago un brindis en nombre de los solitarios, de los tímidos, de los antisociales, de todo aquel que mira el mundo a través de un cristal roto y empañado. 

Hoy compadezco a los enfermos terminales. Hoy tengo ganas de abrazar a los niños con cáncer, a los seres humanos hambrientos, a los habitantes del infierno en la tierra; me sumo a un sentimiento —no sé si llamarlo— de amor o simpatía o comprensión por los que son discriminados, empujados a un rincón del gran diálogo mundial. Me solidarizo con las mujeres golpeadas por la mano cobarde del hombre, con los niños ultrajados por oscuros (pseudo) representantes de Dios en la tierra. Con los olvidados, con los que pasean desnudos y sucios escarbando en el basural, con los hijos de la noche que, en la oscuridad, apenas son un par de ojos mirando la vida en blanco y negro. 

Hoy me pongo en los pies de los que piden monedas sobre el asfalto; de los migrantes que reciben el puntapié de la indiferencia, la desconfianza y la sospecha. Hoy tengo los canales abiertos para generar empatía con todos los que viven en la trastienda. Especialmente —lo digo otra vez— con mis colegas esquizoides y los que padecen problemas psicológicos iguales o más severos que nosotros. Los que no hablan (solo escuchan); los que miran sin mirar; los que tienen la cabeza habitada por algún ente extraño; ciegos y sordos y borders y gentes con algún síndrome ahí, que los ubica entre los desposeídos.

Hoy me duelen todos los dolores y los incorporo a mi propio gran dolor, no en plan de inmolación pero sí con ánimo de hacer espíritu de cuerpo con los que hemos sido lanzados al mundo con el equipaje incompleto para ser pisoteados por la realidad. Suframos juntos: aunque no nos conozcamos (imposible es), elevemos una plegaria desesperada al gran Dios allá arriba, para que envíe maná del cielo, consuelo, sanidad y fortaleza; y un lienzo enorme que enjugue nuestras lágrimas. Creyentes y no creyentes (los no creyentes cambien plegaria por lo que quieran). Todos queremos un milagro (los no creyentes búsquenle un equivalente). O, por lo menos, más momentos de tranquilidad.  

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Gracias, Héctor. Aprecio mucho esas tres palabras.
      Saludos.

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  2. Qué bien escribís, me sumo a los halagos. Te imaginás si aquellos que te tildaban de "mudo" leyeran tus escritos... quedarían boquiabiertos y ... mudos!! Jeje
    Me permito agregar a esa lista al reino animal, a veces olvidado y maltratado. Prefiero la compañía de mi mascota a la presencia de algunos humanos.
    Saludos!

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    1. Gracias! Y sí, tienes razón. Agreguemos a los animalitos indefensos que sufren el maltrato del hombre. Excelente.

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  3. Vaya, impresionante escrito. Pero me surge la duda: porque? Porque hoy tu naturaleza ha cambiado? Ha tenido que haber un detonante.

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    1. Hola, en realidad no es que haya cambiado mi naturaleza. Fue la sensación de un día, sentí una especie de compasión por todos los que, de una forma u otra, padecen y se sienten desplazados (como puedo sentirme yo mismo, como esquizoide, la mayor parte del tiempo).

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    2. Recibí la notificación de un nuevo comentario pero veo que no aparece acá. Sobre tu consulta, ayer no pude escribir el post acostumbrado porque tuve que pasar casi todo el día con mi viejo en emergencia. Y ya no tuve cabeza para escribir nada. Espero poder escribir en breve. Saludos!

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  4. Espero puedas atravesar bien este momento. Saludos.

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