Brain Damage
Tenía otro tema en mente. Pero me ha ganado la urgencia. Una urgencia determinada por un estado de ánimo específico. Antes, quiero aclarar que no estoy deprimido —aun cuando mi estado natural siempre es gris y mi temperamento melancólico—. Pero sí siento que una especie de virus se ha atrevido a invadir mi relativa paz interior, para bajarme el ímpetu (que no llega a ser muy alto en circunstancias normales, pero al menos me sirve para no morir petrificado). En este instante mismo, me cuesta identificar al intruso, si es que acaso es tal: es probable que pueda tratarse de mí mismo, de una extensión invisible, de un ramaje recóndito que se ha separado por cuenta propia.
Básicamente estoy aburrido. Pero no es el aburrimiento casual que puede ocurrirle a cualquiera, sea porque no tiene nada que hacer o porque el ánimo en general anda bajo. Puedo decir, sin temores, que estoy aburrido de mí mismo. Quiero decir que me es difícil soportarme: soportar muchas cosas que no sé explicar. Estoy empezando a odiar ciertas acciones y reacciones —y ni siquiera estoy tomando en cuenta las características atribuibles a mi condición de esquizoide; hay algo nuevo, hay algo más—. Me resulta complicado convivir conmigo mismo, me estoy convirtiendo en mi propio lastre. Me percibo como queriendo ir por ahí cargando mis huesos en un morral. Y los huesos pesan. Sin embargo, no es un asunto físico. Es un peso no sé si del alma, del espíritu, del lado emocional o puramente mental. Este aburrimiento me está llevando a actuar con cierta agresividad, me está impulsando a responder de mala manera incluso a gente de mi entorno íntimo, como mi padre (a quien amo y admiro más que a mí mismo). No puedo aseverar si este es un estado pasajero o si se ha instalado a modo de software adicional para permanecer. Llevo algo de cinco días o una semana en esta situación de querer evitarme a mí mismo —cosa imposible, obviamente—. Y debo diferenciarlo claramente del clásico aburrimiento impersonal: no estoy en un nivel bajo porque nada me llame la atención o, como dije, no tenga nada que hacer. Tampoco debido al escozor de la rutina (nunca la rutina me ha significado un problema: es más, me gusta ser rutinario). El asunto va conmigo mismo: es como si me hubiera desdoblado y ese otro yo se hubiese trazado el objetivo de incomodarme al punto de asfixiarme o de sembrarme obstáculos a cada paso que doy.
Si ya me es pesado cargar conmigo mismo, huelo un peligro mayor: llegar a odiarme. No quisiera identificarme con aquella canción que compuso Kurt Cobain y que se llamaba «I Hate Myself and I Want to Die» («Me odio a mí mismo y quiero morir»). Pero si sigo así, no estaré muy lejos de buscar algún mecanismo de autodestrucción: no estoy hablando de suicidio —ojo—, sino de alguna forma tal vez inconsciente de socavar mis propios cimientos. De derribarme. De encerrarme —aun más—, esta vez en un calabozo definitivo.
Yo mismo me causo disgusto. Es tan igual como cuando conoces a alguien y, sencillamente, no te cae bien, no hay la menor empatía con él. Cero química. Es eso mismo: no tengo en estos momentos nada que me una a mí mismo (o a ese otro yo que ha tomado forma autónoma). Y así como he aclarado que no estoy deprimido, creo que también es pertinente subrayar que esto que me viene pasando no tiene nada que ver con mi autoestima. Digo: no es que me ame a mí mismo por sobre todas las cosas, pero tampoco es que me desprecie o que no me valore lo suficiente como para, al menos, levantar la cabeza con cierta dignidad. Tal vez de más chico sí pudiese haber tenido la autoestima algo baja, pero no es el caso ya desde hace bastante tiempo. Lo cual hace aun más extraña la presencia de este intruso (que no sé si soy yo o alguien más: capaz que ahora me identifique con esa canción de Pink Floyd intitulada «Brain Damage», que tiene en su letra una línea que dice: «There's someone in my head and it's not me» o, en nuestro idioma, «hay alguien en mi cabeza y no soy yo»).
Ignoro si las cosas seguirán así. Serían muy malas noticias porque creo que están fuera de mi control. Por ahora, estoy aburrido de mí mismo. Por ahora, no llego a odiarme pero sí siento que tengo ganas de asestarme un golpe. Quiero mirarme al espejo y decirme unas cuantas verdades, aunque en el fondo no sé bien qué le diría a la imagen que me devolviera el espejo. Tal vez solo sea cosa de dormirme y, al volver en mí, comprobar que ya nadie más vive en mi cabeza.
Todos hemos pasado por eso alguna vez y es algo episódico. Puede durar semanas o meses. Te lo replanteas todo y es absurdo en el fondo : repensar lo ya pensado 1.000.000 de veces. Cuídate mucho y ojalá salgas pronto del bache. Porque no es más que eso, un bache.
ResponderEliminarEso espero. Gracias!
EliminarTambién me he sentido aburrida de mí misma, irritable, insoportable. Tanto que mis conductas dañaron a las personas de mi círculo más íntimo. Pedí ayuda, me la brindaron y con la ayuda de un profesional pude revertir esa situación. Meses -tal vez años- de depresión y ansiedad habían hecho estragos en mí. Con ayuda, esos problemas emocionales se atenuaron y si bien los rasgos esquizoides están, claro, salí del hastío que me asfixiaba. Aceptar el problema y pedir ayuda no nos hace más débiles. Espero que salgas y estés bien.
ResponderEliminarEs la parte humana inherente a nuestro género la que tanto nos molesta, la que siempre nos recuerda quienes no somos o quienes nunca tuvimos el valor de ser. Siempre me comporté como un fiel esquizoide intentando llevar adelante una vida que no me corresponde. Pero ya no, este año voy a reiniciarme. Estoy cansado de no saber quien soy. Necesito ser más humano para empezar a conocerme de nuevo. Así que llegó la hora de guardar en el lugar más recóndito de mi mismo al monstruo esquizoide que se aloja en mi interior. ¿Hasta cuándo podré resistir sin que él tome el control como siempre lo ha hecho?. ¿En que me habré convertido despues de tantos años ignorando toda persona que produzca sombra?
ResponderEliminarSuena bien eso de reiniciarse. Pero yo no tengo la más mínima idea de cómo hacerlo, sabiéndome paralizado, aislado e indiferente. Si te funciona, pega un grito, Mauro. Aquí muchos querremos saber cómo hacer.
EliminarEso mismo me paso hace tres meses. Es una situación rara porque no es el habitual estado de aburrimiento o de dejadez esquizoide. No se como empezó. Simplemente fue algo que poco a poco caló dentro de mi. No me paso nada malo. No estaba deprimida, ni con ansiedad. Ni enfurecida. Es que no sabía estar. No tenía pensamientos dañinos pero no podía conmigo misma. No me tolerada, no tenía paciencia con mi ser. Estaba de mal humor pero sin causa. Notaba algo raro en mi, algo desagradable y ajeno a mi. Había algo en mi que no estaba bien. Pero no sabía el qje. Todo en mi vida era igual y siempre me había gustado. Y notaba una sensación como de no encajar. Pero es que no había ningún sitio al que encajar. Era mi vida. Siempre había encajado en mi vida aunque no en las demás. El caso es que al cabo de unos días ese estado fue desapareciendo. No se porque. Así como no paso pasó nada que lo hiciera aparecer tampoco paso nada que lo hiciera desaparecer. Duro un mes y medio. Afortunadamente vuelvo a ser yo misma y a disfrutar de mi vida. Vuelvo a sentirme cómoda siendo yo. Ya que la peor sensación que tuve fue esa, la de sentirme incómoda con mi propia persona.
ResponderEliminarAcaso pasar por una etapa así, de cuando en cuando, sea esperable entre esquizoides. Quién sabe. Gracias por compartir tu experiencia.
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