¿Sentencia o liberación?
Cuando recibimos un diagnóstico médico o psicológico lo más probable es que sintamos algo parecido a un golpe bajo. ¿Recuerdan ustedes cuál fue su primera reacción cuando les dijeron que padecían trastorno esquizoide de la personalidad?
Antes de enterarme de que era esquizoide yo pensaba que era simplemente tímido (muy tímido) o introvertido o ambas cosas. No tenía mayor información, únicamente puntos de referencia: gente normal que era capaz de comportarse de un modo que para mí era prácticamente imposible.
Me atormentaba no ser como el resto. Odiaba mis carencias gregarias. Mi mutismo. Mi incapacidad de sentirme a gusto en compañía de otras personas. Intuía que me iba a costar demasiado adaptarme a las reglas de juego, ciertamente dispuestas para gente que gozaba de una abierta libertad de acción y no para mí, limitado absolutamente por una suerte de parálisis invisible que me impedía acoplarme a las conductas sociales convencionales.
La vida antes del diagnóstico era un lucha diaria contra los fantasmas de la socialización, pero principalmente contra mí mismo. Era una confrontación constante contra las voces cercanas que intentaban animarme a vencerme a mí mismo y perder el miedo al contacto con otros humanos.
No fui presa del bullying —felizmente—, pero sí de una persistente incomodidad y una certeza: que iba a ser un hombre solitario y que encontraría el camino muy empinado para lograr ciertos objetivos, fuesen profesionales o personales (como el mandato a realizarme dando forma a una familia propia, con esposa e hijos).
Pese a saber de antemano acerca de ese camino empinado, tuve la suerte de estudiar en la universidad y conseguir empleo en el campo del periodismo: de hecho trabajé en un diario importante de mi país por más de 25 años.
Pero no tuve igual suerte en lo referido a las relaciones de pareja. Como pensé que solo era tímido, la luché (dentro de mis limitaciones). Intenté seguir el derrotero común de encontrar pareja. Mentiría si dijera que salí a buscarla. Sin embargo, me animé a dar pasos cortos cuando percibía que alguna chica estaba interesada en conocerme. Así fue que, a pesar de mi timidez, pude iniciar relaciones con un puñado de chicas (bastan los cinco dedos de una mano para dar una idea de cuántas fueron). Eso sí, terminaron siendo relaciones breves, pues al poco tiempo abortaron (creo que el interés inicial, el misterio que yo proyectaba —y atraía—, rápidamente se diluyó a medida que me conocieron en mayor profundidad).
El problema principal, en retrospectiva, fue que traté de complacerlas asumiendo ser alguien que no era, creando un personaje que accediera a realizar lo que todo el mundo: salir a tomar una copa, al cine, a bailar (¡cómo odio bailar!) e interactuar con amigos de ellas. Y no me estaba complaciendo a mí mismo. Pretendía ser como todos con tal de hacerlas sentir en un atmósfera normal, mientras yo mismo me sentía insatisfecho.
¿Valía la pena tanta actuación para fraguar una posibilidad de relación aparentemente convencional negando mi propia comodidad? Al inicio pensaba que sí. ¿Acaso no nos dicen desde siempre que toda relación amorosa implica sacrificio? El problema era que a cambio no lograba conseguir gratificación. Algo andaba definitivamente mal conmigo. Había honduras imposibles de detectar, disfrazadas de timidez o introversión.
Cuando me diagnosticaron con trastorno esquizoide de la personalidad, fue como contemplar una epifanía. Y me dije a mí mismo: «¡Con razón!». Mi supuesta timidez en realidad era falsa. Había costuras invisibles finalmente reveladas. Y, a medida que fui buceando en los detalles de mi trastorno recién revelado, encontré cada vez más razones para entender mi vida. Descubrí que no tenía por qué estar obligado a seguir las huellas del resto ni a repetir sus rituales. Yo era un tipo distinto. Muy apartado de lo convencional.
En ese sentido, saberme esquizoide fue para mí una liberación, no una sentencia. A partir de ese momento, me vi con la libertad total de armar mis días de acuerdo a quién y cómo era en realidad. No me volví a imponer tareas que me resultaran desagradables o inútiles. Decidí no volver a acudir a espacios que me eran hostiles ni a relacionarme con gente con la cual no tenía la menor compatibilidad.
Entendí que nada valía tanto la pena como para poner mi comodidad en riesgo (salvo cuando no hubiese alternativa). Y empecé a construir mi vida alrededor de mis posibilidades e intereses reales. Me di cuenta, por ejemplo, de que no me era absolutamente necesario conseguir pareja: me las puedo arreglar solo y sin necesidad de compartir mi espacio vital con nadie. Y supe que, en soledad, podía hallar muchas formas de satisfacción.
Sé que, como esquizoide, tengo grandes limitaciones. Pero así son las cosas. Peor sería que hubiese seguido intentando volcarme a una vida de normalidad solo para asegurarme una felicidad que no estaba diseñada para mí. Creo firmemente que mi vida habría sido más dura si no hubiese descubierto que soy esquizoide. Quién sabe: tal vez hasta ahora estaría naufragando en intentos vanos por seguir las reglas de juego por las que se rigen los humanos que no son como yo.
¿Sentencia o liberación?
Sin duda, liberación.
Liberación. Alivio. Entendimiento. Definitivamente. Saludos!
ResponderEliminarExcelente. Saludos!
EliminarCuando yo lo supe fue como abrir la caja de Pandora... Por fin los últimos 40 años de mi vida tenían un poco de sentido y todo encajaba. Yo había responsabilizado a mi forma de ser a mi carácter introvertido.. o a mi signo zoodiacal.. En este preciso momento estaba leyendo un fragmento de un libro que habla del carácter de los signos: "Cuando tus ideas y tu conversación le parezcan
ResponderEliminarinteresantes, te escuchará con halagüeña concentración, en silencio y con sinceridad, y hasta
es posible que te ofrezca un vaso de jerez para crear una atmósfera de calma. Si lo que le dices le aburre, su mente divagará. Es probable que mientras tú hablas esté evocando otra gente y otros lugares, sin que la sonrisa desaparezca de su cara. Como todos los de su signo son actores natos, a ti te parecerá que te atiende, pero al cabo de un rato él se cansará de sus divagaciones mentales, advertirá que tú sigues hablando y te interrumpirá de pronto"... Aunque nunca he intentado tener una vida "normal", y curiosamente no me ha comportado ningún problema. Tengo amigos que aceptan que nunca les llame por teléfono y nos veamos 1 vez al año (y se consideran mis mejores amigos).. tengo otros amigos que me admiran por mi capacidad de hacer lo que quiera cuando quiera sin necesidad de hacerlo con gente (la mayoría me consideran independiente y valiente). No puedo decir lo mismo de las mujeres, que me consideran un mujeriego, teniendo relaciones apenas de días.. Asimismo tengo un trabajo donde apenas tengo que interactuar con nadie, y en un país nórdico (mas esquizoides que los países latinos)... Donde la mayoría de dias es normal que apenas diga : Buenos dias y Hasta mañana en todo el dia (cosa normal allí, como normal es comer solo delante del ordenador sin que te consideren un bicho raro).... Y ahora que lo sé, sin dejar de ser quien soy, he intentado aproximarme mas a una vida normal.. (huyendo de médicos, psicólogos, medicación, etc..) .. Probando con medicina holística, meditaciones, sesiones de Ayahuasca, terapias florales... Somos Water Violets :-)
http://www.floresbach.com/bc_flores/38/water_violet.php
https://www.youtube.com/watch?v=kmhsQiXXL68
Y diría que últimamente sin dejar de ser quien soy he hecho algún avance
En todo caso... Sin duda, liberación.
Qué maravilla lo de ese país nórdico!
EliminarAquí en Latinoamérica es mucho más complicado.
Pues si, una gozada vivir en un país donde puedes tener a un compañero de trabajo que se siente a tu lado durante 10 años y solo interactuar con el Buenos días y un hasta mañana. En España también era mas complicado. Bendito el día que decidí irme de ese país :-)
EliminarAhora que mencionas lo de haberte ido del país, pienso que es algo que yo no pude hacer, teniendo la posibilidad, pues justamente una de las pocas chicas con las que me relacioné era de otro país y solo nos vimos en las oportunidades que viajamos. No tengo arraigo en mi país, no me importaría dejarlo, pero siento un ancla pesada e invisible que me impide moverme (y no sé si tiene que ver con ser esquizoide; pienso que sí).
EliminarEn mi caso es un poco al revés.. Si pudiera estaría cambiando de país cada 2 o 3 años..
EliminarEsa sensación de llegar a un sitio donde nadie te conoce me da una sensación de total libertad.. Al cabo de unos 2, 3 años los vecinos empiezan a conocerte... y dejas de ser aquel recién llegado a la ciudad que disfruta de un café en una terraza o de un concierto.. a aquel solitario que vayas donde vayas siempre te lo encuentras solo... y empiezas a tener ganas de esconderte o evitar a tus vecinos o aquella gente que suele ser habitual en los sitios donde uno frecuenta. Un saludo.