Soledad vs. soledad

Resalto la importancia de los intercambios de opiniones en la sección de comentarios de este blog. De ellos siempre salen ideas, miradas desde otros ángulos, perspectivas. Creo que de eso trata todo esto: no solo de escribir un artículo y que sea leído, sino también comentado, escudriñado. 

En el post anterior sobre los subtipos del trastorno esquizoide hubo unos cuantos puntos de vista, algunos de ellos discrepantes (lo cual hace todo más interesante), y uno de ellos me hizo pensar en si los esquizoides nos sentimos solos o si únicamente somos solitarios. No es lo mismo. Sentirse solo implica una desventaja, una falencia: una persona rodeada de gente puede sentirse sola. En cambio, ser un solitario no arrastra, necesariamente, una carga negativa: un solitario puede disfrutar de su condición o puede tener sensaciones neutras o puede también sentirse solo. 

Es importante precisar que tampoco estamos hablando de dos posiciones rígidas e inamovibles. La soledad puede cambiar de tonalidad según diversos factores; así, un día alguien que usualmente disfruta estando sin compañía bien podría sentir algún nivel de hastío. Yo me considero un solitario conforme con mi condición de tal; puedo llegar a disfrutarlo en gran manera; pero he tenido momentos de hartazgo; una vez hasta lo expresé vía Twitter: «Cada vez me cuesta más estar solo... pero me cuesta aún más estar en compañía de gente».

Lo que me interesa saber, en todo caso, es si tenemos una tendencia. Digo, los esquizoides. ¿Qué clase de soledad tenemos? ¿Aquella que nos oprime y nos hace descender escalones hasta los abismos anímicos? ¿O bien aquella que nos libera y nos permite ser? ¿Soledad 1 o soledad 2? 

Podemos haber pasado por ambas, pero uno se conoce y sabe qué soledad es la dominante en su vida. Reitero: mi soledad es la buena, más allá de los efectos colaterales y los riesgos que debo asumir al levantar un muro a mi alrededor. Me gusta. Me permite ser yo mismo y me evita un sinnúmero de incomodidades. Entiendo que hay esquizoides que construyen un personaje para vivir de la puerta de casa hacia afuera, y les funciona. También me he visto obligado a formarme una suerte de álter ego, según las demandas de cada caso, y no sé si me funciona. Pero puedo decir que me resulta extremadamente agotador.  

Otra variable en juego tiene que ver con la madurez. Probablemente, cuando estaba en mis veintes, mi soledad no era tan cómoda. Sentía fuertemente las presiones del deber ser y del deber hacer, todo aquello que nos van sembrando en la cabeza desde niños: estudia, trabaja, haz amigos, busca novia, cásate, forma tu propio hogar, realízate como persona, resuelve tu vida... muévete. Y probé y me moví —creo que tenía ciertas reservas de energía propias de la juventud—, pero no me gustaba lo que experimentaba: cortejos, parejas, salidas nocturnas, ambientes invasivos, gente, más gente, superficialidad, banalidades... Al final todo me llevaba siempre al vacío. Ya pasados los treintas es cuando uno empieza a pensar por sí mismo (sin presiones sociales) y ya no se hace problemas en mandar todo al vertedero. Creo yo. Al menos, hablo por mí.

De modo que aquí vamos con este tema que me parece interesante de sondear. ¿Qué dicen ustedes? ¿Soledad buena o soledad mala? ¿Sufren o disfrutan o simplemente no tienen una tendencia muy clara? Siéntanse libres de opinar.