Mover la mente


El ejercicio de la mente es un antídoto contra la discapacidad de la voluntad. Llegué a esa conclusión hace diez minutos. Antes de eso, la (falta de) voluntad me comía. Procrastinador por naturaleza, me dejaba envolver por una masa viscosa y paralizante que evitaba movimientos. Qué hace uno, entonces, sino divagar o perder los minutos frente al ordenador o dejar volar la cabeza hasta aterrizar en un pensamiento recurrente: por lo general, un problema (o todos los que tengas).

Ejercitar la mente es sacarla de la modorra inútil. Es darle a tu cabeza un masaje de conocimiento y utilidad. Nutrirla de pensamientos nada circulares que impidan derribarte y meterte en un hueco. Tiene que ver, también, con una operación de rescate: si tu mente muere, envuelta en esa masa viscosa y paralizante —y eso se vuelve una costumbre, día a día, noche tras noche—, se hace una necesidad acudir a salvarla.

La falta de voluntad es un cáncer. Pueden haber varios disparadores. Y no sé si en el caso de nosotros (esquizoides) sea nuestra condición el origen de ese lastre terrible. 

Es terrible y me vino mal descubrirla recién ahora. Antes, con el rigor del trabajo, no había tiempo para procrastinar, no había carta libre para que mi voluntad fuese una entidad autónoma, pusilánime, inerte, tozuda e inmóvil, como lo es ahora que el tiempo me sobra y «gozo» de la libertad de elegir. 

Es decir, debo aprender a dominar mi mente. Ejercitarla. Y es lo que he estado haciendo (no es fácil, admito). Pero antes de eso hube de aceptar una realidad: la fuerza de voluntad (en mi caso) sufría de discapacidad; andaba en bastones; era presa de una somnolencia que juzgo crónica (aunque, repito, recién me percato de ese carácter, dado que mi turbulenta vida laboral me impedía reconocerlo). 

Ahora que la crisis me corretea, va tras mis pasos, está a poco de morderme el cuello, entro en razón, veo la realidad: mi voluntad muerta no me sirve y debo hacer algo al respecto. Es así que encuentro cierta lógica en aquella frase que dio comienzo a esta nota: el ejercicio de la mente es un antídoto contra la discapacidad de la voluntad. Por lo menos no me eternizo en pensamientos circulares ni vagabundeo por Internet perdiendo preciosos minutos (horas valiosas en algunos casos): aspiro a darle utilidad, idear algo, escribir más cosas mientras pueda. Porque lo siguiente será un trámite aún mayor: hallar el antídoto contra la discapacidad motora. 

Solo de curioso: ¿Cómo anda la fuerza de voluntad en ustedes? ¿Cómo anda la respuesta motora? ¿Alguna dificultad para tomar decisiones y ponerse manos a la obra, o tenemos en común eso de vivir intensamente una no-vida?




Comentarios

  1. De hecho, entre las características de los esquizoides están:

    -Capacidad de trabajo constante (por lo general).
    -A veces muy creativo y capaz de contribuciones únicas y originales.
    -Capaz de una resistencia apasionada en ciertos ámbitos de interés.

    En mi caso, creo que puedo tener fuerza de voluntad -aunque no considero que sea tampoco una "resistencia apasionada"- aceptable, pero únicamente en lo que me interesa. Para esforzarme en algo que no me interesa pero "debe hacerse" realmente no sirvo.

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    1. Has dado en el clavo al diferenciar la fuerza de voluntad para hacer cosas que no nos interesan pero "deben hacerse". Igualmente, diría que no sirvo para ponerme a funcionar en asuntos que no me importan o me son impuestos.

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  2. En mí, la fuerza de voluntad está presente en el trabajo, como en otro momento de mi vida lo estuvo en el estudio. Nunca me costó poner a "mover la mente" si de responsabilidades se trata. Ahí mi fuerza motora también surge inmediatamente, soy un "cascabel", je. El trabajo es más que la obligación que debo desempeñar para comer y pagar cuentas; es el eje de mi vida -me la organiza, le da sentido, me permite la posibilidad de darme algunos gustos-. A veces, en esos días en que pienso, pienso y vuelvo a pensar en temas recurrentes, me digo que si alguna vez el trabajo me faltara, mi mente se atrofiaría y mis fuerzas motora y de voluntad se aletargarían. No sé qué sería de mí.
    Fuera de lo que comenté, hay algunas actividades que me atraen -pocas- que realizo por gusto y generalmente en solitario. Ahí también la voluntad y la capacidad de acción están presentes.
    Pero, tal como comentan ustedes, cuando algo no me interesa o me es impuesto, doy vueltas y vueltas hasta que termino haciéndolo por obligación.
    En fin, tomé la decisión de participar, tuve la voluntad de hacerlo y puse manos a la obra!
    Saludos! :)

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    1. Gracias por tu comentario. Vamos viendo más coincidencias acerca de actividades que no nos interesan o que nos imponen. Y creo que en el trabajo los esquizoides ponemos todo, a pesar de las dificultades que tenemos al interactuar con los demás. Saludos!

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  3. Buenas, me alegro de leerte, como siempre. Yo misma estoy en un estado de bucle. Tengo que hacer algo pero tendría que cambiar mi rutina. Ver a mucha gente. Varias veces. Y es como si cada vez que pensara en coger el teléfono y concertar la cita o contestar al teléfono cuando me llaman para ese tema me devolviera algo por dentro. Es una sensación negativa. Eso es lo que siento cuando TENGO que hacer algo. Si quiero hacerlo muestro una predisposición y disciplina asombrosa. Igual de asombrosa es la indiferencia, y la resistencia contra hacer algo que no quiero.
    Creo que es sólo pereza. Alomejor sólo somos vagos. A los vagos les cuesta moverse. Sin embargo, he aquí otra cosa extraña. Cuanto más me urgen otras personas a hacer algo más rechazo siento. Es como si el hecho de que otro viniera y me dijera que hacer eso es necesario o bueno le diera la razón a esa parte de mi cerebro que me dice k no lo haga.
    Igual sólo es porque me he acostumbrado a que lo que los demás consideran bueno o normal suele ser extraño para mi.
    En definitiva, que muchas veces está desgana me trae algunos problemas, pero incluso sabiendolo...a pesar de ver claramente que no hacer nada va a ser mucho peor que hacerlo, simplemente no puedo.
    Curiosamente no me he analizado eso. Al final lo he aceptado como parte de mi forma de ser. Una forma más pasiva que activa.

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    1. Gracias por comentar. Veo que tenemos ya varios puntos más en común. Encuentro coincidencias con lo que dices acerca de sentir más rechazo cuando más te insisten en que debes hacer algo. También identifico similitudes en el hecho de saber que "no hacer nada" es mucho peor que hacerlo, pero aún así no lo hacemos (o al menos lo postergamos hasta que ya no queda otra alternativa). Finalmente, creo que de hecho somos más pasivos que activos. Saludos!

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