Ya no tardarán en caer las piedras


Tengo un desafío en la cabeza, que tiene que ver con la supervivencia. Cuando la vida deja de ser ese viento leve que solo a veces se encrespa como una nube ensortijada, y pasa a ser un tirabuzón y un viaje arremolinado y constante, entonces es tiempo de anhelar o bien la muerte o una desaparición entre los pliegues invisibles de esta dimensión.

Cuando acechan los perros hambrientos y te respiran a pocos metros, y pretendes encontrar una puerta de salida y notas que no hay tales puertas, entonces la vida se te planta encima con ojos de fuego y dientes afilados. Y tú te sientes de una pequeñez ininteligible. Ah, vaya desafío: vivir a pesar de todo. ¿Cómo? Ese es precisamente el desafío. La vida es críptica y las nubes aparecen a veces sin anunciarse, ahí es cuando todo lo proyectado en tu cabeza pasa a ser anarquía.

Ya tuve paciencia, ya tuve miedo, ya me sentí seco, ya me atacó el pánico, ya fui esclavo de la ansiedad. Ya pasé por blancos, grises y negros. Ya no me quedan sensaciones. La vida luce corta y extraña, más corta y extraña de lo pensado, y no me apetece forzar mis pulsaciones al ritmo y a la intensidad que me exige este presente de angustia y el futuro de una negrura insondable: presiento el infierno más allá de meses y años por venir —unos cuantos meses o unos cuantos años—. Y yo estoy como clavado en una piedra añosa, sin movimiento y sin espíritu. Estoy seco y vacío. Y no me queda más. 

¿Saben qué? No tomo el desafío.
Que la vida me pase por encima y se lleve todo lo que tengo. No pretendo empinarme más ni fraguar un acto de estoicismo sin destino. Me cansé. Es todo. O es nada. La vida gira y gira. El planeta no deja de dar vueltas sobre sí y alrededor del sol, mientras miles de humanos están de fiesta y celebran triunfos personales o colectivos, y mientras otros miles de humanos mastican la miseria de una existencia que no debía ser. Yo estoy en el medio de ambos extremos. Y podrán decir que debiera conformarme y que hay gente más hundida en la escala de tragedias o desgracias o de simple vida inútil. Pero no importa nada de lo que me digan: no tomo el desafío de la supervivencia, lo cual no sugiere nada parecido a la autodestrucción. Solo es cosa de perpetuarme en un estado de fosilización y dejar correr el tiempo. Ya no tardarán en caer las piedras y el lodo y los restos y las ruinas. 

Qué más da.

Comentarios

  1. Concuerdo en todo, excepto en un detalle; no me parece que la vida sea corta -no es lo suficientemente larga como para hacer nada, pero tampoco es tan corta como para soportarla sin cansarse.
    Por algún motivo, este texto me ha recordado el mito de Sísifo :
    http://redhistoria.com/mitologia-griega-el-mito-de-sisifo/#.WJ7ObDvhC00

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    Respuestas
    1. Es cuestión de percepción. Ahora que he llegado a cierta edad, diría que esta última década se me ha ido como si fuese un año. Cuando era más joven, la vida se me abría como algo casi eterno; obviamente ya no siento lo mismo.

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