Quiero...

Quiero salir de mi habitación y sumarme a la danza atemporal de cuerpos y almas. Quiero sujetarme al ala fuerte de un pájaro errante que surca cielos azules y abiertos para emprender una aventura como nunca jamás. Quiero amanecer libre, sin esperar que los escombros caigan sobre mí y me hundan en el pozo de la inercia y la rutina quemante. Quiero esperar en movimiento, con el anhelo fijo en el cambio y en lo impredecible, lejos de los caminos trazados por una bitácora anómala y encorsetada. Quiero sacudirme de polvo y cenizas acumulados por decenios y que impiden el paso como lastre, porque son marcas del pasado y del presente cercano que no terminan de cicatrizar. Quiero trepar a la montaña, muy arriba, y otear la grandeza de la ciudad, aún cuando esta me sea tan extraña como los cráteres lunares o la Vía Láctea. Quiero moverme, de aquí allá, de allá a más allá, siguiendo el soplo mágico de la energía vital que no poseo y, de aquel modo, emprender un nuevo pacto con lo desconocido. 

Quiero deshacerme de viejos temores arraigados, del sello esquizoide que me tiene sumido en una celda mental, y así buscar rincones inexplorados donde haya una brisa amable que me haga descansar de tensiones y demonios intrusos. Quiero volar y extraviarme en cielos púrpuras. Quiero evitar el dolor. Quiero ser quien soy sin que nadie diga una palabra. Quiero ser quien soy sin reclamos de ninguna clase. Quiero ser quien soy y que me dejen ser; nada fuera de lo común, por cierto, nada hay en mí que pueda socavar la paz y la quietud ajenas (pero actúan ellos como si yo fuera un virus causante de plagas o epidemias, por inverosímil que parezca, solo por el hecho de no ser como ellos). Quiero llevar una vida sencilla, sin accidentes, sin exabruptos, todo paz, todo armonía, acaso como un espíritu en tránsito libre e incorpóreo a través de espacios y distancias, con una alegría que solo puede medirse en el tamaño de una sonrisa larga y gentil. 

Quiero pasar por este mundo no sin dejar algún trazo, por tenue que sea, sin ser materia de olvido automático; no por ansias personalistas o egocéntricas, sino como un mero deseo de permanecer más allá del tiempo y la materia. Quiero trascender. No, de hecho no quiero trascender. Quiero ser: hoy soy solo lo que me permiten ser, es decir, una vaga reminiscencia de algo que pudo y debió ser pero que no termina por ser. 

Quiero... 
Pero no puedo (al menos mientras siga siendo lo que soy).

Comentarios

  1. Querer es un paso muy grande, digno sólo de algunos pocos que todavía conservan esperanza. Y conservar la esperanza, aunque sea en un mínimo rincón de una oscura visión de futuro, es algo fantástico.
    Yo, sin embargo, no sueño con salir de mi habitación, sino en quedarme aquí, sepultado, y, una vez tenga mis objetivos cumplidos, lo que muy probablemente no suceda, puesto que aumentan exponencialmente, dejar pasar el tiempo sin hacer nada, y disfrutar de una perturbación silenciosa (me hubiera gustado darle el nombre de calma, pero no).
    Ignoro qué me impide no tener el mismo impulso, la búsqueda de la paz, de la pureza, y en cambio aceptar con resignación frustrada el polvo y la ceniza, los cuales se acumulan y se acumulan, quizá para despertar la fuerza de alguien con el suficiente poder como para soplar con el también suficiente ímpetu, o tal vez para que éstos (el polvo y la ceniza) me derroten y así poder descansar hasta el día de mi resurrección, día en que salga de la cueva (no me refiero a mi habitación, puesto que de ésta sí salgo, aunque lamentablemente más de lo que me gustaría), pueda sacudirme yo mismo el polvo acumulado y así presumir ante cualquier persona que me encuentre en mi descenso hacia la ciudad de los vivos. <> Aquí me quitaría el sombrero y me inclinaría hacia ella, tras lo cual... <>
    Me pregunto si realmente habría alguien que se dejase contagiar, y en esas engañosas palabras permitir un embuste que nos sumerja a ambos; a ella quizá por primera vez, y a mí de nuevo, en la maldita cueva. O si, por el contrario, a parte de dedicarme un par de miradas de desprecio y repugnancia, conseguiría que yo me adentrara en la ciudad con ella.
    También me parece creíble la idea de que ese deseo inexistente en mí sea a causa de mi edad, y bien llegada una época más fructífera y madura, consiga mirar atrás y apartar toda la arena que me retiene, toda la arena que me impide salir de aquí (¡Fatiga, desprecio, frustración, rabia, envidia, putrefacción!)
    Como decía, tal vez llegue el día en que eso sea necesario en pos del bienestar mínimo que se hace necesario con la edad -pues de lo contrario no habría manera de proseguir.
    No hablo de una época muy lejana, tampoco creo que eso vaya a suceder cuando sea anciano, sino bastante antes, en mi tercera década de vida por ejemplo.
    Los deseos de Solitude -a quien, por motivos que desconozco, no puedo dirigirme aquí directamente, sino solamente en tercera persona-, originan mis deseos de desear, y por ello, entre muchas otras cosas, es que sigo sus publicaciones.
    Esperemos, esperemos, y no nos quitemos el sombrero y el abrigo, ni dejemos el bastón apoyado en las escaleras todavía, pues nunca se sabe en qué momento puede llegar un monstruo externo más poderoso que nuestro lobo estepario interior, el cual en dicha situación, y sin discusión posible, tendría que ponerse, de un modo u otro, e ignorando nuestra longeva rivalidad, de nuestro lado, y conseguir una tregua temporal.
    (Y en este último párrafo he usado el plural para referirme únicamente a mí, así que, ¡Qué diablos! Que termine aquí este sinsentido de texto.
    Mas, antes de terminar, me pregunto -y no puedo preguntar directamente, puesto que aparto la mirada de Solitude, y de cualquiera que esté atento a este texto, si es que hay alguien- hasta qué punto merece la pena escribir en público.
    ¿Será que tener un blog personal realmente podría llevarme a algo?
    ¿Le habrá llevado a él, en cierta manera y hasta cierto punto, a ese espacio de aire puro del que habla?)

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    1. Primero que nada: el texto que escribiste no es para nada un sinsentido. Al contrario, encuentro mucha significación en él. Si bien querer aparenta ser un primer paso hacia algo (¿un cambio?), el cuerpo de mi post es prácticamente quimérico; está compuesto de una serie de intenciones que, al final, se estrellan inevitablemente con mi realidad esquizoide. Sin embargo, la frase entre paréntesis: "al menos, mientras siga siendo lo que soy", aparece tal vez de manera inconsciente como un resquicio de luz al final del túnel. Ignoro si algún día podré dejar el bastón apoyado en la escalera (parafraseando tu texto), puede que nunca. Pero te digo: un blog personal es una experiencia interesante, el hecho de que personas de similar condición compartan (o discrepen) lo que uno piensa y escribe es ya una retribución valiosa. Y si bien no me ha llevado a un espacio de aire puro (la quimera de la que hablaba), sí me ha abierto ventanas pequeñas a través de las cuales puedo un poco mirar qué sucede afuera. Saludos.

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    2. Solicitude,tienes mucha màs apertura a la búsqueda de experiencia de lo que crees. Leerte me hace comprender muchas cosas, sobre esta realidad de los trastornos de personalidad.

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  2. Solitude : ¿ te das cuenta de que has escrito un manifiesto ? Chapeau !!!

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    1. Ni idea, Héctor... solo solté a los bichos raros que tengo en la cabeza, je.
      Saludos!

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