El túnel


 «Porque ¿qué puede haber de más pavoroso que un muchacho sentado y pensativo en un banco de plaza, agobiado por sus pensamientos, callado y ajeno al mundo que lo rodea?»

— Ernesto Sábato - «Sobre héroes y tumbas»

No estoy sentado en un banco de plaza, pero sí agobiado por mis pensamientos, callado y ajeno al mundo que me rodea. Estoy sentado. Sí, pero en una silla incómoda y con el ordenador sobre mis piernas; diría mis muslos. Y lo que me agobia es, creo, lo de siempre: la conciencia de tiempos nefastos y grises. Bah, qué novedad. La conciencia de que no se vislumbra una salida, no digo una salida a los problemas, vulgares problemas cotidianos, sino a mi insípida realidad, a la ausencia de sabores y matices, a la linealidad árida de múltiples días casi idénticos.

En el artículo anterior divagué sobre fantasmas. Hoy no tengo fantasmas sobre los cuales teclear absurdidades, pero tengo un túnel del cual hablar, porque ya se ha incorporado a mi vida como un espacio obligado. 

Estoy en el interior. En el interior de una prisión tubular muy negra y sin ventanas. Nada hay aquí que me dispare alguna emoción mínima, solo profundidad y un sentimiento de no pertenencia, sin horizontes ni un atisbo de luminosidad que sea indicio de que algo al menos continúa latiendo más allá. 

A mi alrededor las cosas envejecen y empiezan a morir; incluso las paredes lucen grietas que son como alegorías de una muerte lenta y progresiva. Los sonidos, cuando no silencios, son solo letanías o marchas fúnebres: todo ha empezado a morir —repito— aquí, y no se vislumbra nada más que un vacío aterrador. 

A ver, no es la soledad la que me es hostil (a estas alturas ha quedado claro que, aun en su versión más insoportable, me sigue cobijando, si no protegiendo). Es el túnel. Aquella sensación de prisión tubular que ha tendido sus brazos para hacer más inmóvil mi inmovilidad, y esa conciencia de envejecimiento inexorable que, contraria a esa idea de la luz al final del túnel o de calma después de la tormenta, aquí no funciona.

No veo luz a la salida del túnel porque simplemente no veo la salida del túnel; solo un larguísimo pasadizo oscuro de nunca acabar, tal vez solo veo en cierta manera el fogonazo del contraluz: pero no como efecto de una esperanza de salida, sino como el disparo de una enceguecedora realidad que empieza a explotarme en la cara. 

Empiezo a sospechar que se han agotado, al menos en parte, ciertos elementos que me habían acompañado hasta ahora en la intimidad de mis cuatro paredes. En los últimos tiempos he dejado de escuchar música, he abandonado los libros en la repisa (por no decir que los tengo amontonados en rumas caóticas, anárquicas); apenas hojeo la Biblia, tal vez mi único cable a tierra. Lo demás consiste en comer, dormir, mirar el techo, pensar (si por pensar entendemos el curso errático de la mente), bajar al piso de mi viejo para acompañarlo en su doloroso presente, esperar la caída del crepúsculo y ansiar la noche como momento de liberación. 

Pero todo esto, que no es mucho, transcurre al interior del túnel. Y me asusta no esperar más de la vida; y si bien la vida nunca me despertó grandes expectativas, al menos me dejaba arrancarle algunos buenos momentos, no pocos para ser sincero; lo dicho: he llegado a llevarme bien con la soledad. He podido sintonizar conmigo mismo a pesar de las desventajas de ser esquizoide y me ha importado muy poco el no ceñirme a las reglas de socialización: me he permitido hacer y dejar de hacer, según me apetecía. Y, aunque sin una euforia desbordante, he podido mantenerme a flote. Hasta ahora. Ahora que nada me interesa (casi nada, diría). 

Hoy me encuentro en esta prisión tubular y oscura, sin expectativas ni ganas. Y así pasan las horas, los días...

Comentarios

  1. Lo que te pasa excede tu condición de esquizoide. Estás mal. Pedí ayuda. Así es un infierno vivir. Un saludo.

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    1. No me veo pidiendo ayuda (eso sí es compatible con mi condición). Solo queda el aguante, ya pasará (espero).

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    2. Y me olvidé de mencionarlo... gracias por citar a Ernesto Sábato, gran escritor argentino :)

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    3. Me encanta Sábato, también Cortázar, Borges, Bioy Casares, Tomás Eloy Martínez, Gelman, Piglia, y entre los más contemporáneos, Martín Caparrós, Guillermo Martínez y Andrés Neuman, entre muchos otros.

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  2. Respuestas
    1. ... quizás sea el momento de hacer fuerza con los pies y tirar p'arriba con toda tu alma ,-)

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    2. En mi caso, para tirar p'arriba nada como una session de Spook Factory de los 80 :-)

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  3. Tal vez ustedes tienen más fuerza de voluntad. En su momento, yo no pude salir sola. Necesité ayuda y pude sobreponerme. Fue muy difícil y tardé dos años, pero aún dentro de mi condición, estoy mejor.

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    1. Me alegro que estés mejor. Cada uno es cada uno... y seis son media docena, como dijo el sabio. Pero en lo que destacamos ( y me incluyo) es en la facultad infinita de autoflagelarnos, rumiando y rumiando asuntos que no nos llevan a ninguna parte. Hay técnicas elementales ( se llama pomposamente terapia conductual) que podemos encontrar fácilmente en internet y que sirven para "normalizarnos" ligeramente, como si nos barnizáramos de "normalidad" pero lo suficiente como para que todo aquel que se cruce contigo en la calle no tenga ganas de darte dos sopapos "porque sí" , sólo por la cara que llevas a cuestas. No tengo ni idea de porqué funciona - probablemente porque la inmensa mayoría de la gente es asombrosamente primaria - pero el caso es que funciona a la perfección. Cuídate mucho.

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    2. Me sugirieron ese tipo de terapia. Gracias por la buena onda. Saludos.

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  4. Para Solitude : Te cito a tí mismo : "Resalto la importancia de los intercambios de opiniones en la sección de comentarios de este blog. De ellos siempre salen ideas, miradas desde otros ángulos, perspectivas." Viene esto a cuento porque esta semana pasada han juzgado en Las Palmas a un ... no sé cómo llamarlo¿ colega? ¿ compañero? ¿uno-de-los-nuestros? ; en fin , un chaval de veintipocos, callado, solitario, estudiante de ingenería y apasionado de los videojuegos a todo gas . El caso es que estaba en ello y la vecina de arriba, un bombón, dicho sea de paso, tb de veintitantos, harta del ruido empezó a aporrear el suelo con el resultado de que el chaval se desconcentró y perdió la partida. Ni corto ni perezoso , subió en tromba con una "cizalla" - dice el periódico - y le asestó lo menos 15-20 cizallazos y allí quedó medio muerta. como se comprobó después, tardando en morirse como media hora. Un lío de coco y huevo, vaya . Al chaval le piden 20 años por el asesinato y alguna cosilla más por los aderezos del caso. La abogada ha esgrimido que este sr. es esquizoide , además de ludópata, todo lo cual le produce un fuerte desapego de la realidad. Ya veremos la sentencia.
    A nosotros, ¿ cómo se nos castiga ? ¿ encerrándonos sin ver a nadie o a casi nadie durante años? ¿ todo el día metidos en un cuarto, leyendo y escuchando música , con cama , ducha y tres comidas al día garantizadas ? Me recuerda a los catetos aquellos que consiguieron , por fin, capturar a un topo que les comía las cosechas. Le querían dar muerte de un modo ejemplar y ,después de mucho deliberar sobre todas las horribles formas posibles de matarlo, decidieron... enterrarlo vivo.

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