Así empieza lo malo

"Y basta con que se fije alguien en uno --o le eche un ojo indolente-- y ya no podrá sustraerse, aunque se esconda y permanezca quieto y callado y no tome iniciativas ni haga nada. Aunque uno quiera borrarse ya ha sido avistado, como un lejano bulto en el océano del que no se puede hacer caso omiso, al que ya hay que esquivar o acercarse; cuenta para los demás y los demás cuentan con uno, hasta que desaparece"

(Javier Marías, "Así empieza lo malo")



Leía el más reciente libro de Javier Marías y al toparme con el fragmento que reproduzco en la entrada de este post no pude dejar de mimetizarme con la situación descrita, no dudé en asirme de esas palabras y hacerlas mías o, cuando menos, parte de mí; de mi experiencia de vida; de mi cotidianidad; de aquello que muy probablemente escribí con anterioridad en este blog. Y que representa uno de nuestros grandes temores esquizoides: ser avistado. Entrar en el radar de los demás, sean estos conocidos o no tanto pero que, indefectiblemente, ingresan en nuestro ámbito de 'relaciones interpersonales' (aunque estas sean para nosotros solo un supuesto teórico y no una constante en la práctica). 

Temo resultar repetitivo con este tema, pero leer a Javier Marías y encontrar en "Así empieza lo malo" este fragmento despertó esa inquietud latente que se activa en nosotros cada vez que pasamos por el infortunio de un encuentro inesperado en cualquier lugar. Como escribe Marías, y basta con que se fije alguien en uno --o le eche un ojo indolente-- y ya no podrá sustraerse, aunque se esconda y permanezca quieto y callado y no tome iniciativas ni haga nada... Terrible. Nada peor que alguien se percate de nuestra presencia: eso altera el curso sosegado (si es tal) que uno busca precisamente para evitar vaivenes no deseados. Nada peor que escuchar tu nombre en el tumulto. Nada más desconcertante que sentir la presión de una mano sobre tu hombro, así sin previo aviso. Nada peor que una voz desde lo lejos que tiene como objeto tender un puente o un atajo hacia nosotros. 

Y así empieza lo malo, como justamente se llama la novela de Marías. 
Lo malo para los esquizoides, desde luego, no para la mayoría de personas para quienes un encuentro casual no tiene por qué significar un desacomodo en su orden de cosas o prioridades. Los normales siempre tienen para sí una cierta cantidad de minutos en los que pueden desplegar sus rituales de socialización, aunque para muchos de nosotros esos rituales sean solo un ejemplo claro de cómo perder el tiempo en asuntos nimios e insustanciales.

En algún post pasado me expresé sobre la amenaza de estos encuentros inesperados y de cómo los esquizoides intentamos evitarlos. Se pueden evitar, si es que las condiciones del encuentro lo permiten: uno siempre puede no escuchar su nombre pronunciado a distancia, uno puede avistar al otro antes de que el otro lo aviste a uno y así iniciar una huida que no parezca tal. Uno puede (y debe) estar siempre alerta ante la posibilidad de presencias incómodas, y ese entrenamiento es fundamental para poder evadirlas. Ya cuando somos vistos y abordados hay poco que hacer, más que sugerir o insinuar que estamos apurados o algo por el estilo. Un esquizoide que se precie de tal (si eso es posible) tiende a denostar cualquier clase de intercambio personal: encuentra estas situaciones particularmente anodinas e irrelevantes. Y no nos gusta ser carne de cañón al momento de mostrar nuestros puntos débiles en el espectro de la comunicación: y es que sabemos que al interactuar existen serias posibilidades de que nos lancen calificativos anteriormente recibidos y que pueden aludir a nuestra precariedad de expresión, a nuestro proverbial silencio, a nuestro repliegue social, al trato plano y monocorde que prodigamos a nuestros interlocutores, a lo aburridos que somos, a nuestro lenguaje verbal encadenado y que brota a cuentagotas, etcétera.

Nada más. Solo reflexiono a partir de un texto que me llamó la atención y que es, más o menos, un boceto de lo que ocurre una vez que ingresamos en órbitas ajenas: casi no hay forma de sustraerse (pero podemos intentarlo, con o sin éxito, mediante un escape a tiempo o la pantomima esa que dé a entender que no estamos del todo bien del oído, ja).


Comentarios

  1. Cuando trabajaba "a pie de obra" todo esto que cuentas me sentaba fatal, me estresaba un montón, etc. etc. así que lo que hacía era quitarme de enmedio en cuanto acababa mi trabajo que para más inri incluía presentaciones de obviedades , reuniones interminables, hablar en público a menudo: en fin, un infierno.
    Se acababa aquello y yo pasaba de las cervezas, la sala de fiestas... caramba , ¡ si hasta se iban de putas algunas veces! Ahora estoy mucho más tranquilo.Puede que sea la edad : ya suena la cara B del disco desde hace años...
    La pista me la dió una colega, Susan Crazy, en un foro de estos: la gente son como mascotas, le das una galletita, les rascas detrás de las orejas y te quieren un montón y mueven el rabito y todo de felicidad. Como en el fondo nos importa todo tres pitos - en materia de temas personales - y a la gente le sucede al revés, hay que actuar un poquito para no ir por la vida como un sieso, lo cual sólo sirve para perder dinero en el Mundo moderno. Suele ser habitual que tengamos muy buena memoria, así que retengo datos de mucha gente, que me son completamente indiferentes pero con los que no tengo más remedio que relacionarme. Ante las "sorpresas" que mencionas, saludo y digo de sopetón: Oye ¿ cómo sigue tu madre de lo de la vista? ¿ qué tal el nieto? ¿ tan guapo como siempre? ¿ qué tal tu hija por Inglaterra? lo que pegue, claro. Escucho atentamente la respuesta, bla, bla, bla. Muy bien, muy bien o lo siento mucho, joder qué palo, ya ves tú, vaya castaña, y así y fin : oye, te dejo, que tengo cita en el médico, que voy al Banco, que hay que trabajar un poquito, que me van a echar de casa, cada vez distinto,claro,je,je,je. Evalúo que a la gente le encanta el trato que reciben, yo quedo de cine y tutti contenti. Todo el proceso no dura más allá de tres-cuatro minutos - si el otro se enrrolla, tb hay trucos para cortarlo, como contestar ficticiamente al móvil : bueno, te dejo, que es que mañana tenemos un lío de mil demonios - y la verdad, cuatro minutos se aguantan aunque te estén forrando a ostias en una Comisaría. Tengo esto dominado de tal manera que soy capaz de hacerlo incluso por teléfono (nos suele costar más...) Es cuestión de entrenamiento, pero hay que hacer un esfuerzo porque la típica "espantada" esquizoide no la aguanta... ni siquiera otro esquizoide. Salu2.-

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    1. Excelente recomendación y para tomar en consideración :)

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    2. Me alegraría mucho si te sirve en el día a día. Cuídate.

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  2. Para evitar esos encuentros desafortunados me aíslo tanto en mi mente que olvido completamente el ambiente que me rodea, bajo la mirada para no cruzarme ojos extraños ni mucho menos conocidos y subo hasta casi el tope el volumen de mi Mp5.
    Prefiero mil veces que me confundan con un autista (los que no me conocen) o un distraído a terminar envuelto en un de esas incómodas situaciones sin escapatoria alguna que mencionás.

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