Me vale
Alguien te llama para charlar (cosa extraña para un esquizoide). Te haces el loco o el que no escucha. Intentas proseguir con tu rutina, la cual probablemente es desierta e inmóvil. Hasta procuras moverte, cuando en tu cabeza solo hay enormes ganas de solidificarte en la más pura inacción. Tratas de ensayar una retirada, cualquier cosa, con tal de no acceder al llamado. Por dentro sudas frío y te dejas tomar por la ansiedad; no quieres, bajo ningún concepto, someterte al cara a cara, al feedback, solo deseas que te trague un hueco en la tierra o que una tromba te arroje muy lejos.
¿A que no sienten eso ustedes, colegas de trastorno?
No es que odiemos el mundo o la raza humana. Solamente no queremos escuchar a otras personas, ni hablar con ellas... no nos place el diálogo. No nos interesan las conversaciones. Todas ellas (o casi todas) nos parecen un ejercicio inútil, un perennizarse en la absurdidad, un empleo del tiempo equivalente a caminar en círculos sin ninguna finalidad. Conversar nos resulta casi lo mismo que tararear una canción interminable y desagradable.
Desde luego, hay charlas que se elevan por encima de la medianía. Y son aquellas que sí juzgamos trascendentes. O al menos coincidentes con nuestras preferencias en determinados campos temáticos. Vamos, no todo tiene que ser profundo: una buena charla sobre fútbol puede animarnos una mañana; un intercambio de palabras sobre música o libros puede sernos agradable. Pero por lo general se da el caso de que nuestros prójimos, tan insufriblemente impertinentes, encuentran cualquier charla (por más banal e inservible) pletórica. La ven como un acto compensatorio. Piensan: nada mejor que conversar sobre naderías para relajar tensiones. O sea, en lugar de tomarse un café o salir a estirar las piernas, conversemos. No, pues. Qué absurdo.
No digo que estén errados. No digo que esa costumbre de gregarismo cotidiano sea un defecto, mucho menos una aberración. Solo que para nosotros es un sinsentido. Para mí, al menos, lo es. Que alguien me detenga en el camino para hablar de algún asunto fútil (la mayoría de las conversaciones me hacen perder tiempo valioso) me resulta indigesto. Me aburre. Solo cuento los segundos para que mi interlocutor entienda que sus palabras se pierden en la nada. Me vale. Me interesa lo mismo que el vuelo de una mosca.
Es nuestra indiferencia la que marca distancias. Esto va más allá de nuestros afectos. No querer charlar con alguien no es no sentir afecto por ese alguien necesariamente. Es un tema recurrente porque me pasa seguido aquello de que alguien me mire mal por ser renuente, por evadir, por alentarlo a finalizar una conversación recién iniciada. Entiendan: no-nos-gusta-perder-el-tiempo-en-intercambiar-mensajes-verbales-vacíos-e-insustanciales.
A veces abortamos los diálogos con excusas.
Pero de veras que me gustaría mucho tener el valor de decirles la verdad: que me vale.
¿A que no sienten eso ustedes, colegas de trastorno?
No es que odiemos el mundo o la raza humana. Solamente no queremos escuchar a otras personas, ni hablar con ellas... no nos place el diálogo. No nos interesan las conversaciones. Todas ellas (o casi todas) nos parecen un ejercicio inútil, un perennizarse en la absurdidad, un empleo del tiempo equivalente a caminar en círculos sin ninguna finalidad. Conversar nos resulta casi lo mismo que tararear una canción interminable y desagradable.
Desde luego, hay charlas que se elevan por encima de la medianía. Y son aquellas que sí juzgamos trascendentes. O al menos coincidentes con nuestras preferencias en determinados campos temáticos. Vamos, no todo tiene que ser profundo: una buena charla sobre fútbol puede animarnos una mañana; un intercambio de palabras sobre música o libros puede sernos agradable. Pero por lo general se da el caso de que nuestros prójimos, tan insufriblemente impertinentes, encuentran cualquier charla (por más banal e inservible) pletórica. La ven como un acto compensatorio. Piensan: nada mejor que conversar sobre naderías para relajar tensiones. O sea, en lugar de tomarse un café o salir a estirar las piernas, conversemos. No, pues. Qué absurdo.
No digo que estén errados. No digo que esa costumbre de gregarismo cotidiano sea un defecto, mucho menos una aberración. Solo que para nosotros es un sinsentido. Para mí, al menos, lo es. Que alguien me detenga en el camino para hablar de algún asunto fútil (la mayoría de las conversaciones me hacen perder tiempo valioso) me resulta indigesto. Me aburre. Solo cuento los segundos para que mi interlocutor entienda que sus palabras se pierden en la nada. Me vale. Me interesa lo mismo que el vuelo de una mosca.
Es nuestra indiferencia la que marca distancias. Esto va más allá de nuestros afectos. No querer charlar con alguien no es no sentir afecto por ese alguien necesariamente. Es un tema recurrente porque me pasa seguido aquello de que alguien me mire mal por ser renuente, por evadir, por alentarlo a finalizar una conversación recién iniciada. Entiendan: no-nos-gusta-perder-el-tiempo-en-intercambiar-mensajes-verbales-vacíos-e-insustanciales.
A veces abortamos los diálogos con excusas.
Pero de veras que me gustaría mucho tener el valor de decirles la verdad: que me vale.
A mí sólo me interesa hablar de negocios, ja,ja,ja. Ahí soy elocuente ( ni yo mismo me reconozco ) porque el dinero nos da la independencia absoluta , que es lo que más amamos . No depender de otros para nada se saborea como un placer y , tal y como está montado el tinglado, sólo se consigue con dinero. Lo demás, humos de pajas. Además, el 98 % de la gente parece prácticamente idiota. Y dar con el 2% que tiene cosas interesantes que decir es casi imposible en una ciudad de provincias.
ResponderEliminarInteresante lo que cuentas. Y me deja perplejo porque yo no puedo ser elocuente ni en los temas de mayor interés para mí. Simplemente no puedo, por más que quiera. A lo más opino un poco y de ahí vuelvo a mi burbuja.
EliminarNo me extraña nada tu perplejidad . Soy raro en esto hasta decir basta y te lo confieso de entrada : ni yo mismo me reconozco. Me siento como un perro, sé perfectamente que es un teatro, pero... el hueso que espera al final se vé tan apetitoso, que todo vale la pena. Para salir de "tu burbuja" debes verlo todo como un juego. Mmmm... a ver si soy capaz de pegar una intervención de una forera , con el nick Suzanne Crazy, una crack. Parece ser que ahora vive en Canadá. Sería capaz de volar hasta allí sólo por tomar café con ella. me chiflan las cosas que escribe. Cito textualmente ( lo logré) :
Eliminar"Después de todo, cuando se llegan a palpar las bondades del esquizoidismo, sucede que de pronto convivir con seres que no son esquizoides resulta tan fácil como darle una palmadita en la cabeza a un perro o hacerle una caricia a un perico. No le veo lo patético o frustrante. Las conversaciones pueden reducirse a simulacros como los que hago con algunos compañeros del trabajo, a quienes me dirijo sólo de vez en cuando con una tonta conversación de locos: ¿Tanto así? órale! como te iba diciendo!! fíjate qué te cuento!
y lo único que hacen es reírse, pues ellos lo ven así, gracioso. Es cosa de agarrarles el modo y saber lo que les gusta, es como darle croquetas al cachorro. Yo tengo una mascota que me hace caso en todo y claro que le doy sus palmaditas de vez en cuando... "
Genial. Creo que he leído varios posts de Suzanne en el foro de Esquizoide.net pero no recordaba este. Me encantaría llegar a ese nivel de claridad para minimizar el drama y agregarle humor negro a la vida.
EliminarAhora intenta convencer a tu padre, que nunca coges el teléfono o abres la puerta o vas a cumpleaños porque no te interesa lo más mínimo como se vanaglorian por haber ido a un sitio de vacaciones al que tú posiblemente no irás y que demasiado esfuerzo es fingir en el trabajo para que no te echen otra vez, como para aguantar a nadie más.
ResponderEliminarDe donde has sacado el nuevo fondo de pantalla?
ResponderEliminar...Después de haber leído todo lo que has escrito en este blog (algunas posts en repetidas ocasiones) y después de haber estado varias veces a punto de escribir algo sobre mi o preguntar algo interesante, escribo esa nadería.
ResponderEliminarNo hay problema, hay libertad para opinar o preguntar sobre lo que sea.
EliminarEl fondo de pantalla es solo una de varias posibilidades que ofrece blogspot para la apariencia del blog. Saludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHe pensado muchas veces en estas situaciones. Tengo un par de metodos para escapar. Siempre que salgo de casa me pongo cascos, gafas de sol o si es invierno simplemente miro hacia otro lado. Si veo a alguien conocido, cambio de acera o me meto en un callejon, si oigo que me llaman, los ignoro, en fin, llevo los auriculares y soy tan despistada que claro....nunca veo ni escucho a nadie. Sin embargo a veces te acorralan, y te hablan de....nada. Que hacen ellos, que haces tu, que tal el trabajo, la familia, a que no sabes que me ha pasado? ....y yo por dentro solo tengo unas ganas incontables de girarme e irme, peeo en vez de eso, pongo mi sonrisa congelada, paciencia y a los 5 minutos, no aguanto mas y les digo que tengo prisa, que tengo que ha er muchos recados o ir a trabajar. Se que despues de años con las mismas excusas ya se habrsn dado cuenta de lo que son, pero aun asi, siguen intentando pararme.
ResponderEliminarY lo raro es esa forma de conectar. Tuvimos una mudanza y nos acompaño un amiga en una camioneta llevando trastos, el primer viaje lo hicimos el y yo. El trayecto fue silencioso y agradable. En el segundo viaje ibamos mi hermano, el amigo y yo, paso una autocaravana, y se pasaron media hora hablando de autocaravanas...y ninguno tiene una. Hablaron, se rieron. Todo fluia entre ellos, y yo simplemente agradeci que mi hermano entretuviera al hombre para poder disfrutar de mi silencio. Pero aun no entiendo esa situacion. Como pudieron hablar asi, con tanta facilidad de algo tan absurdo. O que tu te metas en una sala llena de gente, te vayas al sitio donde mas vacio esta. O dejes sitios entre tu y la gente. Mismo en el bus. Y que, habiendo sitios vacios de sobra, la gente tenga que sentarse a tu lado. Si tu te sientas a parte, sera porque quieres estar a parte no? A veces me preguntan si pueden sentarse y yo levanto la vista del movil o del libro y miro a mi alrededor por pura sorpresa, pensando: ya se ha llenado la sala? claro que no, hay un monton de sitio, pero la persona aprovecha mi desconcierto y sin mas se sienta a mi lado y me habla. A ver.. Si se sentaran en silencio, que se yo. Pero sentarse al lado de una persona y ponerte a hablar dando por hecho de que puedes hacerlo...nose...que yo no entiendo estas situaciones. Y no creo que las llegue a entender nunca.