¡Nervios!
Me parece mentira que en todos estos años no haya posteado específicamente sobre uno de mis principales adversarios: los nervios. Puedo pensar que es un tópico no relacionado con el trastorno esquizoide, pero a medida que le doy vueltas al asunto, entiendo que hay conexiones.
La relación más obvia que encuentro entre el TEP y los nervios viene por el lado de la ansiedad generada por las situaciones sociales. En la medida que evitamos el contacto con otros seres, pienso que perdemos la 'práctica' en estas lides y cuando nos vemos forzados a interactuar, se activan algunos mecanismos de defensa traducidos en ciertas reacciones nerviosas.
Ignoro si esto es un patrón, pero noto que con el paso de los años, esta incómoda sensación se acentúa. En mi caso, cuando estaba inmerso en las exigencias laborales, estas me servían de entrenamiento —si se quiere— y, aunque sentía el cosquilleo de los nervios ante una entrevista que debía hacer o ante una reunión para presentar propuestas, el ritmo intenso del trabajo no me daba ni tiempo para procesar las sensaciones.
Ahora que me encuentro desempleado, y frente a la disminución dramática de contactos personales, reconozco que me cuesta mucho más realizar un trámite que involucre interacción con otras personas. Incluso los trámites más simples, como cualquiera frente a la ventanilla de un banco, me generan reacciones nerviosas. No son muy pronunciadas; es decir, no me sudan las manos ni presento temblores, pero por dentro una ola de inquietud pugna por salir y deviene en un estado de intranquilidad. Y, claro, así no se puede vivir, ¿cierto?
Debido a eso, a que me veo en la necesidad de evitar los nervios, es que me he autoimpuesto algunos límites: no hago cosas que me generen ansiedad, por más que luego el resultado pueda ser gratificante. Por poner un ejemplo, quisiera sentirme libre de comprar un boleto de avión para viajar en plan turístico; pero si me pongo a pensar en las demandas que aquello me traería, aborto los planes. Y todo tiene que ver con querer evitar contacto humano en aeropuertos, aduanas, en los mismos aviones, lo que sea. Así, mientras por un lado asoma la posibilidad de satisfacerme con un viaje, por otro me impongo la penalidad de cancelar la opción porque quiero evitar sentirme nervioso.
Los nervios son agentes paralizantes, impiden que uno se sienta en libertad plena de acción. Hoy ni me planteo la posibilidad de postular a un trabajo, pues el solo hecho de figurarme en una entrevista personal ya me coloca en una situación emocionalmente desventajosa. He cerrado toda opción, al menos mientras sepa de antemano que los pasos previos me harán sentir nervioso.
Decía que con los años uno se pone peor. En el pasado experimenté muchas situaciones que hoy no quiero ni mirar de reojo. No solo tuve alguna entrevista de trabajo, sino que he viajado solo al extranjero, he interactuado con decenas de personajes a los que entrevisté —entre músicos, actores, gente de televisión, de radio, etc.—, he realizado exposiciones en clase, en tiempos de colegio y universidad... es decir, me he expuesto al escrutinio personal y puedo decir que con cierto éxito. ¿Qué ocurre ahora, que no quiero ni pensar siquiera en la posibilidad de volver a pasar por alguna de esas vivencias? ¿Los años entorpecen? ¿La falta de 'práctica'?
Es posible que todo lo anterior lo hice porque estaba obligado a hacerlo. Sí, no encuentro otra explicación. Ahora que no me siento obligado a nada, pues simplemente me meto en mi caparazón, donde me siento cómodo y donde la amenaza de los nervios queda minimizada.
Lo duro de todo esto —reflexión de por medio— es que ni siquiera el hecho de que en el pasado me haya ido mayormente bien en situaciones de contacto personal haya podido asentar bases para que hoy, con más edad y experiencia, me sienta libre de acción y sin nervios que valgan.
Pero así son las cosas. Hay que empezar por reconocer el problema. Lo complicado es tener la respuesta a una pregunta obvia: ¿Qué hacer?
Normalmente no experimento esta sensación, a no ser que tenga que hablar en público. De joven la experimentaba cuando teníamos que leer un texto en clase, parecía que me iba a explotar el corazón y leía mal y rápido . En general me puedo relacionar bien; lo que sí tengo un "límite máximo de sociabilidad", después del cual debo aislarme urgentemente y cargar pilas, en caso contrario mi máscara se va desvaneciendo y puedo ser muy desagradable. Lo curioso es mi relación con el celular. Nunca llamo y nunca contesto llamadas, incluso ahora que estaba buscando trabajo y recibía varias llamadas de ofertas a las que me había apuntado (aunque fuera el trabajo de mi vida. Sólo las aceptada en casa de que enviaran un mail previo diciéndome a qué hora podían llamarme). Tampoco nunca llamo al peluquero para pedir hora, siempre voy en persona aunque no me quede de paso. Es curioso porque en realidad tampoco me pongo nerviosos hablando por teléfono y puedo mantener una conversación normal, pero mi relación con ese aparato es curiosa.
ResponderEliminarEn cuanto a la pregunta ¿Qué hacer? ..... Yo por situaciones de estrés he utilizado o utilizo Flores de Bach (Rescue Remedy, aquí un buen vídeo introductorio: https://www.youtube.com/watch?v=kmhsQiXXL68). y diría que en cierta manera me funcionan (intento no meterme química en el cuerpo a no ser que sea por fines meramente recreativos)
Curioso lo de tu relación con el celular. Yo no contesto llamadas de números que no identifico. Y si identifico el número, depende quién llama para contestar o no. No hago llamadas, salvo que me vea obligado a hacer un reclamo a una empresa telefónica o algún banco. Algo me habían comentado sobre las flores de Bach pero no presté atención. Ahora que lo mencionas, será motivo de revisión. Gracias por el link.
EliminarSí, los nervios y la ansiedad son paralizantes. Una se siente en vigilia permanente. Hace años estoy en tratamiento por trastorno de ansiedad. Sin embargo, he concretado metas que me he propuesto: una carrera universitaria, el ejercicio de la profesión, el viajar sola por varios países en plan turístico. Me encantan los aeropuertos y los aviones. Entre tanta gente, soy una más. Son "no lugares", según los definió el antropólogo Marc Augé. El celular es parte de mi día a día. Pero casi no lo uso como teléfono. No respondo llamados de números que no tengo agendados. Prefiero escribir un texto antes que hablar. En raras ocasiones envío audios. La socialización es necesaria en el ámbito de trabajo. Tengo días y días. Mientras la máscara funciona, todo bien. Pero como comenté al principio, hay jornadas complicadas y la ansiedad se apodera de mí. Se me nota en la cara, con un rictus muy feo; hasta yo me asusto si me miro en el espejo! Ahí es cuando necesito llegar a casa, estar sola, en silencio y poner la mente en pausa. Saludos!
ResponderEliminarEn referencia a los aeropuertos, también me gustan si es que el viajero no soy yo. Me gusta el ambiente, ver gente de diversas partes, visitar las cafeterías. Pero si soy quien viaja, la ansiedad borra todo el encanto del lugar. La preocupación se apodera de toda mi atención, pues no quiero cometer ningún error y más bien me gana la exigencia de estar atento a todos los procedimientos previos al vuelo, pasar por los controles, llenar formularios, declarar lo que uno lleva o no, encontrar los espacios de embarque, y si hay que hacer trasbordo, peor todavía, etc. En cuanto a los celulares, tampoco me gusta hablar, e igual, tampoco respondo llamadas de números no identificados. Intento no ser muy participativo con el Whatsapp, pues creo que es invasivo. Saludos y que estés bien!
EliminarPara cuándo otro post? Saludos!
ResponderEliminarEntre la Copa América y una especie de bloqueo mental, ha transcurrido un mes y algo más en blanco. Espero volver en breve. Gracias y saludos!
EliminarÉxitos para mañana! Saludos!
Eliminar