La palabra del mudo



Perdone, Julio Ramón Ribeyro —donde quiera que esté—, por birlarle el título de su colección de cuentos para esta nota. Pero viene a cuento (precisamente).

Voy a los hechos. La enfermera que cuida a mi padre sale de vacaciones. Y trae a su reemplazo para que conozca al paciente y vaya viendo la dinámica del trabajo. Naturalmente, conversa conmigo sobre asuntos puntuales. Es una señora de mediana edad, algo untuosa, le dice a mi padre que sus ojos azules son 'lindos'. Lo dice más de una vez, calculo que para romper el hielo y ganarse su confianza (ignora que mi padre detesta los cumplidos). Trata de caer bien. Y eso es natural, se entiende. Yo lo entiendo. 

Estuvo en casa cerca de cuarenta minutos. Me dejó una impresión positiva. 

Al día siguiente, la enfermera titular me revela que, en una conversación telefónica, su reemplazante se refirió a mí. Ya lo veía venir. Y así fue: dijo sentirse algo preocupada por mi seriedad. Es tímido, ¿no? —dijo—. Y agregó: No habla. Y eso que yo no había permanecido callado del todo. De hecho las circunstancias obligaban a dialogar. Debo confesar que me hizo sentir mal. ¿Qué tanto hay que hablar para dejar de ser mudo? ¿O es que tengo en la frente un cartel que me identifica como tal? ¿Soy tan freaky? Hacía tiempo que un comentario no me pegaba. Me considero un tipo extraño, ensimismado, de escasa locuacidad... pero, vamos, ¿soy tan fácilmente detectable, que bastaron cuarenta minutos para ser clasificado (y descalificado)?

Ya la estoy detestando. Aquello pasó hace una semana. Y hoy es su primer día de trabajo. Me la acabo de cruzar y me ha preguntado algunas cosas. Le he respondido. Pero tenía ganas de mostrarme hostil con ella. Quería no hablarle nada para darle la razón: sí, soy mudo. Y serio. No hablo. Tenía ganas de mirarla con dureza para que ese temor que dijo tener se hiciera realidad. 

Aún no he resuelto cómo seguiré actuando con ella. Puedo intensificar mi lado oscuro y hacer que se sienta incómoda, pero presumo que no vale la pena, pues antes que nada está el bienestar de mi padre. Y si la enfermera se siente demasiado incómoda, todo irá mal. De modo que me tengo que tragar el sinsabor. 

Pero tampoco podré disimular la pegada. Así que intentaré ser lo que soy sin que me importe nada. 

Aunque no deja de intrigarme la transparencia. Repito: creo haber hablado lo justo, según ameritaba la situación. ¿Cómo es que, a pesar de eso, una desconocida me cuelga nuevamente el cartel de mudo? ¿Y en solo cuarenta minutos? ¿Qué debía haber hecho? ¿Hablar sin dejarla hablar? ¿Reírme a borbotones? ¿Pararme de cabeza? ¿Ensayar apostillas humorísticas? ¿Sacar conejos de la chistera? Ya estoy viejo para esas estupideces. 

¿Qué hubiese pasado si hablaba como desquiciado? ¿Acaso ella se hubiese quejado diciendo qué hablador que es el hijo del paciente? Por una razón incomprensible, siempre el que no habla llama la atención más que el que sí. ¿Por qué? Que alguien me lo explique. Y que me expliquen por qué está mal. ¿Por qué el que habla poco es sospechoso de algo hondo y torvo, mientras el hablantín es visto con ojos aprobadores? 

Injusticias de la vida.

Comentarios

  1. Hola! Me ha pasado... "sos callada", "¿no hablás mucho, no?", "¿no te gusta hablar de tu vida privada, cierto?". Y sin que pase tanto tiempo de conocer a alguien. La verdad, me importa un bledo (para expresarlo de una manera elegante, jaja). Si tenés ganas, contanos cómo siguió el trato con la enfermera... si es que no salió espantada de encontrarse con un bicho raro como nosotros :) Saludos!

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    1. Sí, parece que lleváramos un cartel o sello en la frente, pues en muy poco tiempo, a veces en minutos, ya te dicen cosas como las que cuentas. Parece que sintieran algún placer morboso en restregárnoslo en la cara. ¿Por qué no les dicen a los habladores lo mucho que hablan? No entiendo. Sobre el asunto de la enfermera, como escribí en el post, y por el bien de mi padre, decidí ser yo mismo y sin exageraciones. Si no le gusta que no hable (o hable poco), qué pena. Eso sí, a mí no me ha dicho nada al respecto hasta ahora. Así que puedo esperar que todo siga su curso en paz (ojalá no me equivoque).

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