Mal anfitrión... pésimo


¿Les ha pasado que algún conocido les haya propuesto caerles por casa? Me ha pasado. Años atrás, cuando aún desconocía que era esquizoide e intentaba vivir de acuerdo a lo que 'debe ser', no me negaba a recibir alguna visita. 

Es cierto que esas propuestas no han sido numerosas. Pero al menos antes ocurrían más a menudo, sobre todo cuando estudiaba en la universidad y cuando tenía la banda de rock. Los ensayos eran en mi casa. Y yo odiaba recibirlos. Las horas previas transcurrían en un estado de creciente ansiedad. Perdía el apetito, era incapaz de sentarme a hacer algo —lo que fuera—, era imposible seguir el hilo natural de la cotidianidad. Solo miraba por la ventana a ver si divisaba ya el arribo del o los visitantes. Caminaba de un lado a otro durante un tiempo interminable, hasta que el sonido del timbre vibrara como una alerta roja; peligro: han llegado.

Cuando lo inevitable sucedía y el visitante se materializaba bajo el umbral de mi puerta, se instalaba en mí un kit de reacciones predeterminadas por mi ansiedad. Mi actitud hacia el visitante era hostil: no en el sentido agresivo de la palabra, pero sí de una manera sutil. En ocasiones ni siquiera los hacía pasar, los recibía en la puerta de casa y permanecíamos ahí: él tratando de conectar algún tipo de empatía; yo armado de monosílabos y posturas corporales que, más bien, disuadían de todo intento de acercamiento e implicaban una invitación a largarse de mi casa. No sé, me imagino de brazos cruzados, con mi habitual mutismo (todo lo aburrido que soy), cerrando la puerta sin cerrarla...

Mientras la conversación discurría, yo prácticamente tenía la mente lejos de ahí. Solo pensaba en ¿a qué hora se va?

Y si por mala fortuna no me quedaba opción y debía hacerlo pasar, desatendía toda norma de buenos modales. ¿Le ofrecía algo de tomar o para picar? De ninguna manera. Hacía todo lo contrario: contribuía (consciente o no) a que el encuentro creciera en aridez y el visitante finalmente se rindiera y dijera: hasta aquí nomás, no soporto a este tipo.

En los últimos buenos años me he negado sistemáticamente a recibir visitas. No. Imposible. No voy a estar. No puedo. Y es que desde que tengo consciencia de mi condición, simplemente me he permitido no hacer nada que me incomode; nada que me genere estrés; si ya de por sí la vida de un esquizoide posee sus limitaciones, ¿para qué voy a agregarle elementos de ansiedad?

Claramente, me he propuesto negarme a hacer o acceder a todo, cualquier cosa, que me demande padecimientos. 

Lamentablemente, con la venta del departamento en el que vivía, no me quedó alternativa que abrir las puertas para mostrarlo a potenciales compradores. Afortunadamente, quien hablaba todo era el corredor, un amigo de la infancia. Aunque igual aquello no me eximía de palpitaciones y molestias previas. 

Con qué facilidad la gente normal invita a otros a casa; les abren las puertas de par en par, y no se hacen problema alguno para desplegar todo el arte del buen anfitrión. Y no dejo de preguntarme qué me pasa (qué nos pasa)... 

Ahora que estoy en el piso de mis viejos, ya no depende solo de mí determinar quién entra y quién no. Pero la solución siempre está a mano: me encierro en mi habitación hasta que se haya ido el inoportuno visitante. Naturalmente.

Comentarios

  1. Te entiendo. También es digno de mención el inmenso alivio de después, cuando la visita se va y cierras la puerta y ya puedes respirar hondo.

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  2. Si Dios! Cusndo vivia con mis padres de joven si que me esforzaba en salir unos minutos u hora para parecer sociable. Luego empece a quedarme en mi cuarto en plan hermitaña.
    Ya en mi casa propia, me pasa exactamente como a ti. Pero no es una aensacion de neevios sino de invasion. Siento que si alguien traspasa el umbral de mi puerta ensuciara mi casa, le dara malas vibraciones, nose, es una sensacion de violacion de mi espacio vital.
    Fijate que en mi salon, que es enorme, no hay mesa ni sillas. Tengo la jaula del conejo y una alfombra.
    No tengo galletas ni zumo ni nada frio. Solo mi leche para el cafe y mis tes.
    Si quedamos no puede ser en mi casa...donde nos sentariamos? Asi que cuando alguien consigue forzaeme a dejarlo entrar la visita es breve: vamos a tomar cafe abajo? Es que aqui no tengo donde sentarnos.
    Y lo saco fuera. Prefiero soportar en mi propia persona el estres de relacionarme antes que permitir que mi refugio se vea expuesto.

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  3. Apenas he tenido esa sensación, ya que apenas recibo a nadie en mi casa.... Lo que se recuerdo con suma ansiedad es cuando siendo pequeño con mis padres íbamos a visitar a la familia... tíos y primos.. Esas 2, 3, 4 horas que podíamos estar de visita se me hacían interminables... un suplicio.. Yo allí, callado, sin saber que decir....

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