Esquizoide remoto

Hoy me topé con un artículo publicado en el portal Lifeder.com sobre el trastorno esquizoide (lo pueden revisar AQUÍ). Básicamente encontré lo mismo que en otras publicaciones y, por ende, no encontré mayor novedad. Sin embargo, colocaron un apartado con los subtipos del trastorno, cosa que no había visto con anterioridad —tal vez se me escapó, quién sabe—. Y me pareció interesante no solo porque lo encontré novedoso, sino porque plantea ciertas características que apuntan a la diferenciación: no todos los esquizoides estamos exactamente cortados por las mismas tijeras.

Los subtipos que muestra el artículo fueron planteados por el psicólogo estadounidense Theodore Millon (1928-2014) y son los siguientes:

1. Esquizoide lánguido (con rasgos depresivos): aletargado, cansado, displicente, nivel de actividad deficiente.

2. Esquizoide remoto (con rasgos esquizotípicos de evitación): distante y retirado, inaccesible, solitario, desconectado.

3. Esquizoide despersonalizado (con rasgos esquizotípicos): desapego de los demás.

4. Esquizoide sin afectos (con rasgos compulsivos): frío, indiferente, impasible.

Puede que algunos esquizoides tengamos más de un subtipo que de otro. Aunque, para ser sincero, me identifico con casi todas las características expuestas en los cuatro subtipos. Tal vez sea cosa de hacer introspección y ver cuáles de esas características son más evidentes en cada uno de nosotros y así tentar una categoría de entre las cuatro. 

Si tuviera que elegir, sí o sí, uno de esos cuatro subtipos, de acuerdo con mis síntomas más notorios, me inclinaría más por el de esquizoide remoto, dado que tengo mayor preponderancia de ser un tipo solitario, inaccesible a los demás, retirado, en fin. Soy, más que nada, un ermitaño. Alguien que ha decidido, por comodidad y satisfacción personal, apartarse de los demás y construir un mundo paralelo en el que solo yo decido qué hacer y qué no hacer (con los riesgos del caso).

No obstante, podría decir que soy una persona que debería estar rodeada de amigos. A pesar de las férreas barreras que he colocado a mi alrededor, nunca dejan de buscarme. Antes era a través del teléfono; en estos tiempos recibo diariamente mensajes directos vía Facebook, que es una plataforma difícil para un esquizoide, pero que he conservado porque me mantiene actualizado con información de mi interés (el lado negativo es, precisamente, su carácter invasivo... aunque trato de manejarlo lo mejor que puedo). Muy frecuentemente recibo propuestas para salir: ¿Cuándo te dejas ver?... A ver si un día de estos nos vemos... ¿Qué tal unas cervezas?... Mi respuesta es invariable y ambigua: Ya veremos... Sin querer ser descortés, lo que hago es dilatarlo todo, amparado en que pronto la propuesta pasará al olvido. Y me funciona.

Sí, creo que soy un esquizoide remoto. Tengo las fichas principales que definen ese rubro. En cambio, no siento que sea marcadamente impasible (rasgo del esquizoide sin afectos). Y, en cuanto a la displicencia y al nivel de actividad deficiente (que corresponden al esquizoide lánguido), ambos están un poco más condicionados por estímulos externos: si hay un tópico de mi interés (como la música, por ejemplo), puedo llegar a tener un alto nivel de actividad y de compromiso, sea para escribir sobre ella o para asistir a recitales (y disfrutarlos) o para salir a comprar discos (¡eso me entusiasma demasiado!). Así que eso es algo medianamente relativo.

De lo demás sí tengo: creo que hay un cansancio subyacente, cierto letargo (como si debiera terminar de despertar); y soy, desde luego, indiferente, algo frío y desapegado. Es obvio que, en temas psicológicos, nada es absolutamente definitivo, puro, cuadrado; hay matices y mezclas. Lo importante —creo— es intentar vivir lo más plenamente posible y según nos lo permita nuestra condición. Nadie dijo que fuera fácil, pero estamos en la lucha (o en una sana resignación).