¿Quiero normalidad?

No sigo un método preestablecido para escribir este blog. Por lo general la idea de cada entrada aparece, la guardo un momento en mi memoria, llego al teclado y empiezo a escribir. En esta ocasión el tiempo transcurrido entre la aparición de la idea y el proceso de escritura es inexistente: vale decir que acaba de surgir. Y escribiré como pensando, con la advertencia de que ni yo mismo sabré cuál será el resultado. Pero me urge escribir esto porque la pregunta que da título a este post se me ha formado en la mente como una epifanía, en este mismo instante, y quiero ver si yo mismo puedo responderla en este texto. O no. 

Sucede que estoy mirando las fotos de uno de mis contactos (prefiero llamarlos contactos que amigos) en Facebook (tengo Facebook y tengo Twitter: una gran contradicción para un esquizoide). Son fotos de lo que aparenta ser su boda civil. Y de las celebraciones posteriores en un local que me atrevo a identificar como un restaurante rústico o algo así. Las fotos están pobladas de personajes en estado de felicidad fulminante. Tal vez efímera, pero felicidad al fin, pues veo caras marcadas por sonrisas desembozadas, cuando no de éxtasis o momento cumbre de algarabía: evidentemente ya han bebido bastante en algunas de las imágenes, ya veo corbatas desarregladas, cabellos que perdieron forma, hombres y mujeres a los que el lente ha retratado en posturas poco ortodoxas, ojos que parecen querer salirse de órbita, gestos explosivos (e implosivos) y así. 

Todas las fotos transmiten eso: felicidad. En un acto de contraste, he reaccionado de manera poco madura, tal vez, comparando ese estado de corazón contento con mi opacidad, con lo gris de mi vida común, con mi profunda soledad. Y me he dicho a mí mismo: qué suerte es ser normal. Mi contacto de Facebook protagonista de esta celebrada jornada de fulgurante alegría es un tipo más. No destaca precisamente por tener una personalidad arrolladora ni atractivo físico. Todo lo contrario: es un tipo bajito, rechoncho, eso sí, gracioso y lo suficientemente sociable para haber convocado a una nutrida gama de invitados a su ceremonia y celebración posterior. Y esa modestia que advierto en él como que reafirma la valoración que acabo de hacer de lo que se supone es la normalidad. Qué suerte es ser normal. Desarrollo la idea: la normalidad es tan deseable y significativa que hace que un tipo nada fuera de lo normal sea capaz de vivir momentos de gran satisfacción. Eso desde el punto de vista esquizoide, pues los que no lo son poseen esa normalidad de manera tan intrínseca y natural, que no se detienen siquiera a pensar en ella. Para ellos es como respirar: nadie piensa en que respira, simplemente respira. Así, nadie piensa: qué bueno, soy normal. En cambio para los esquizoides y para los que padecen algún otro trastorno, la normalidad termina siendo un atributo que no se tiene y que, teóricamente, se anhela o se aspira en la medida que se nos permita. De otro modo yo no habría sentido ese aguijón de incomodidad al ver estas fotos en el Facebook de mi contacto. Toda esta gente que veo derrochando felicidad es normal, nada les impide entablar lazos entre sí, se tocan, se abrazan, se estiman, ríen, se divierten, y yo miro como desde una ventana, contrastando esa alegría desbordante con mi precaria condición de ermitaño. Si solamente fuera yo normal...

¿Pero realmente quiero yo normalidad? ¿O esta reflexión es el producto de un concepto construido e internalizado como parte de lo que debe ser, de lo socialmente aceptado? Es decir, de como se supone debe ser la vida de cualquier persona porque así ha sido siempre y seguirá siendo. Me pregunto, entonces, si yo estuviera entre los personajes de las fotos, ¿me sentiría realmente a gusto? La respuesta más obvia es: si yo fuera normal, sí me sentiría a gusto. Pero no me considero normal. Y sé que, debido a mi condición de esquizoide, si yo estuviera en esa celebración, lo más probable es que ni aparecería en las fotos porque ya me las habría arreglado para escabullirme sin ser notado.

Me extraña haberme sentido un poco mal al observar las imágenes de felicidad gregaria, al ver esas vivas demostraciones de confraternidad (aún si son en cierto modo postizas y, con seguridad, alentadas por la ingesta de alcohol). Me deja intranquilo al no resolver del todo mi ubicación respecto a esa situación concreta. Me siento un poco a la deriva pensando en que tal vez me esté perdiendo la sal de la vida. Pero, como dicen los memes, luego me acuerdo de que soy esquizoide y se me pasa.



Comentarios

  1. Las bodas son un espectáculo en sí mismas. Hay que ir con la mente abierta, como el que va al teatro. Si eres un simple invitado no hay exigencia ninguna. A mí me encantan. Y cuanto más cutres, mejor me lo paso.

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  2. Yo no anhelo esa normalidad, porque para mi va intrínsecamente ligada a la vulgaridad, vanalidad... y la vida es demasiado corta para perderla en estas cosas... Justo ayer me fuī a un concierto de música solo y pensé:
    Que suerte la mía, poder venir aquí solo sin necesidad de nadie y disfrutar...

    Tampoco negaré que a veces si anhelo encarecidamente tener pareja (cosa que nunca he tenido)... alguien con quien compartir mis pensamientos y experiencias y que vea el mundo como yo, este mundo que no esta hecho para mi ... Aunque quizás solo anhele tener pareja un 5% de mi tiempo, y ese 5% es quizas el que visualizo en mi mente y en verdad solo quiero estar solo... Quien sabe, creo que sera una duda que nunca podré resolver

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  3. En mi caso, mi condición lleva atada la decisión; podría desear la normalidad si no fuera esquizoide, pues sólo así sería capaz de disfrutar de ella.
    Puesto ya en esta situación, no queda más que desear lo mejor que sea posible. No disfrutaría de una vida social común, me aterraría probablemente. No quiero planteármelo siquiera.
    Aunque quizá tampoco el límite al que podría llegar me gustaría. Ser un anacoreta, o un ermitaño, siempre ha sido un deseo enorme dentro de mí. Pero quién sabe si una vez allí podría sobrevivir con una salud mental adecuada a la vida humana (porque la vida completamente solitaria sigue siendo humana, ¿No?).

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