Paradoja

Vuelvo luego de dos meses. Tiempo en el que estuve debatiéndome entre seguir o no con este blog. Por un lado, pesaba en contra una sensación de estar escribiendo para nadie o para pocos o, lo que es casi igual, para un auditorio invisible. Abstracto. Pero sobre todo pesaba en contra una pugna interior que podía resumirse en una pregunta clave: ¿Qué hago escribiendo sobre mis vivencias? Soy esquizoide y contar aspectos de mi vida es un contrasentido. Más aun, hacerlo ante unos supuestos lectores que me son desconocidos. Paradoja absoluta.

A favor de seguir con el blog, poco o nada. Posiblemente, una necesidad de escribir. Un mandato vocacional dictado por alguna parte no racional de mi cerebro. Podría pensarse que, justamente, al ser esquizoide, escribir sobre el tema podría resultar liberador, terapéutico, no sé. Tal vez. Pero creo que no es tan así. Quiero decir, al terminar un post no siento haber descargado o curado heridas o laceraciones. No siento que me desprendo de las capas grises que me envuelven.

No he resuelto nada. Este regreso tal vez sea solo para cerrar 2012 y bajar el telón. Ignoro si tiene sentido continuar. Quise intentar una periodicidad para postear, pero luego del 11 de octubre, empezó a acosarme la idea de que este blog bien puede ser un error, un acto fallido, una ventana apócrifa por la que un esquizoide se planteaba la absurdidad de abrirse al mundo (aunque sea virtual) y pecar de indiscreto consigo mismo.

No he resuelto nada, repito. Ergo, no voy a ensayar una despedida oficial. Seguiré pensando. Tal vez encuentre una verdadera razón para continuar o para lo contrario. Proseguir con la paradoja o no, esa es la cuestión.

Por ahora, solo desearle felices fiestas a ese auditorio abstracto, invisible, si es que hay alguno en el ciberespacio dedicando unos minutos a leer los contrasentidos de un esquizoide que sigue dudando entre abrirse al mundo o sellar el caparazón para vivir como el molusco que es...